viernes, mayo 09, 2014

Cuando todo está oscuro y se siente uno perdido aparece la luz

Un hombre se hizo a la mar…
Cuento Jorge Bucay  citado en su libro "EL Camino de la Felicidad"

Un señor se hace a la mar a navegar en su velero, y de repente una fuerte tormenta lo sorprende y lo lleva descontrolado mar adentro. En medio del temporal el hombre no ve hacia donde se dirige su barco. Con peligro de resbalar por la cubierta, echa el ancla para no seguir siendo llevado por el viento  y se refugia en su camarote hasta que amaine un poco. Cuando el viento se calma, el hombre sale de su refugio y recorre el velero de proa a popa. Revisa cada centímetro de su nave y se alegra al confirmar que está entera. El motor enciende, el casco está sano, las velas intactas, el agua potable no se ha derramado y el timón funciona como nuevo.
El navegante sonríe y levanta la vista con la intención de iniciar el retorno al puerto. Otea en todas las direcciones y lo único que ve por todos lados es agua. Se da cuenta de que la tormenta ha llevado lejos de la costa y de que está perdido.

Empieza a desesperarse, a angustiarse.

Como les pasa a algunas personas en momentos demasiado desafortunados, el hombre empieza a llorar mientras se queja en voz alta diciendo:

Estoy perdido, estoy perdido... Que barbaridad ...
Y se acuerda de que él es un hombre educado en la fe, como a veces pasa, lamentablemente sólo en esos momentos, y dice:
—Dios mío, estoy perdido, ayúdame Dios mío, estoy perdido...
Aunque parezca mentira, un milagro se produce en esta historia: el cielo se abre --un círculo diáfano aparece entre las nubes--, un rayo de sol entra, como en las películas, y se escucha una voz profunda (¿Dios?) que dice:
—¿qué te pasa?
El hombre se arrodilla frente el milagro e implora:
—Estoy perdido, no se donde estoy, estoy perdido, ilumíname Señor. ¿Dónde estoy ...Señor? ¿Dónde estoy..?
En esos momentos la voz, respondiendo a aquel pedido desesperado, dice
—Estás a 38 grados latitud sur, 29 grados longitud oeste— y el cielo se cierra.
—Gracias, gracias, dice el hombre.
Pero pasada la primera alegría, piensa un ratito y se incorpora retomando su queja.
—Estoy perdido, estoy perdido...
Acaba de darse cuenta de que con saber donde está, sigue estando perdido. Porque saber donde estás, no te dice nada respecto a dejar de estar perdido.
El cielo se abre por segunda vez.
—¿Qué te pasa?
—Es que en realidad no me sirve de nada saber en donde estoy, lo que quiero saber es adonde voy ¿para qué me sirve saber donde estoy sí no se a donde voy? A mi lo que me tiene perdido es que no se a donde voy.
—bien— dice la voz —vas a Buenos Aires— y el cielo comienza cerrarse otra vez.
Entonces ya más rápidamente y antes de que el cielo termine de cerrarse, el hombre dice:
—¡estoy perdido, Dios mío, estoy perdido, estoy desesperado..!
El cielo se abre por tercera vez:
—¿Y ahora que pasa?!
—No…es que yo, sabiendo donde estoy, y sabiendo a donde voy, sigo estando tan perdido como antes, porque en realidad ni siquiera se donde esta ubicado el lugar a donde voy.
La voz le responde:
—Buenos Aires está 38 grados...
—¡No, no, no— exclama el hombre. —Estoy perdido, estoy perdido...¿sabes lo que pasa? Me doy cuenta de que ya no me satisface saber donde estoy y a donde voy; necesito saber cuál es el camino para llegar, cuál es el camino.
En ese preciso instante cae desde el cielo un pergamino atado con un moño.
El hombre lo abre y ve un mapa marino. Arriba y a la izquierda  un puntito rojo que se prende y se apaga con un letrero que dice "usted está aquí" y abajo a la derecha un punto azul donde se lee "Buenos Aires”.
En un tono fucsia fosforescente, el mapa muestra una ruta que tiene muchas indicaciones: remolino, arrecife, piedras y que obviamente marca el camino el camino a seguir para llegar a destino.
El hombre por fin se pone contento. Se arrodilla, se santigua y dice
—Gracias Dios mío...
Nuestro improvisado y desgraciado héroe mira el mapa... Pone en marcha el motor... Estira la vela...observa para todos lados y dice:
—¡Estoy perdido, estoy perdido...!
Por supuesto.
Pobre hombre sigue estando perdido.
Para todos lados a donde mira sigue habiendo agua y toda la información reunida no le sirve para nada, porque no sabe hacia donde empezar el viaje. 

¿Qué es lo que le falta?
¿Cómo puede salir de la situación en la que se encuentra? 

Lo que necesita es saber hacia donde debe reemprender la marcha. Sólo una brújula puede darle esa información.

Distinguir entre rumbo y meta
La meta es el punto de llegada, el camino es como llegar, el rumbo es la dirección, el sentido.
El sentido es imprescindible aunque lo único que pueda aportarte es donde está el norte.
Sí uno entiende la diferencia entre rumbo y meta empieza a poder definir muchas cosas.

“La felicidad es, para mi, la satisfacción de saberse en el camino correcto. Es la tranquilidad interna de quien sabe hacia donde dirige su vida.
La felicidad es la certeza de no estar perdido.”


Jorge Bucay “El camino de la felicidad”  Ed. Oceano de México.

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